Era la tarde que espera. A veces tenía pensamientos
de recuerdos precisos. Cómo la forma en que tapó la mermelada el 1996, que
tenía una tapa azul y blanco. Se quedaba ahora sentado de cuclillas frente al
auto, con un cigarrillo sin ganas. Se pasó la mano por el pelo canoso, corto y
ondulado que usaba peinado para atrás. Se levantó de nuevo. Era “atlético” para
la edad que tenía. Flaco, y ahora que los otros compiten meses de embarazo,
pensó, le quedaba bien. Pensó que toda característica tiene su momento. Pensó.
Pensó en que hacía en 1996 cuando no tenía teléfono y estaba esperando, como
ahora, cómo se imaginará la gente que es esperar, esperar sin más que vos y tu
mente. Miró el auto inservible y se sintió como el meme de John Travolta en
Pulp Fiction. No va arrancar.
Él era un tipo ahí,
un poco transpirando, mal vestido, con un jean y chomba celeste, de piqué lacoste. Quizá
demasiado blanco para estar a esa hora bajo el sol. Le pica una tetilla y no
hay nadie que lo vea rascarse ni que lo rescate. ¿Qué era eso que trataba de decirle la tapa de mermelada?, o
era con una lata de galletas -las galletas en un momento vinieron en latas con
angelitos, latas renacentistas-. Sabe que el recuerdo nítido salió para
perderse. No le molesta. Agarra como una imagen de lo que quedó y sigue con
eso. Sabe que no tiene que seguir contorneando porque se va a ir peor.
El auto se rompió hace media hora, se dejó todo en su
casa. Digamos que no tiene mucho de que agarrase en este momento, así que
piensa en abrir el capó y con un
movimiento de ese estilo, el de la mermelada, tocar lo que se acuerda de
mecánica, y ya después por lógica, encontrar la solución. Alguna solución.
Es una relación muy débil como para considerarla. Se
siento tan precario al verse buscando signos en cualquier cosa. Iba a “arrancar”
por ese lado, después, sabía que el tema era arrancar para algún lado, quizá se
le ocurría otra idea en el medio, capaz pasara alguien, capaz sí, lo arreglaba
con un movimiento contundente como el que uso para abrir esa tapa de mermelada
en 1996.
En una situación normal, dejaría ir el recuerdo tranquilo, sin pensar en
interpretaciones, cosa que cuando vuelvan o vienen, sean como algo nuevo. Como
ya no siente que pueda vivir cosas nuevas, los tropiezos con esos recuerdos cumplen
esa función, lo sorprenden. Todo esto que sentí, todo esto que pensé, todo esto
que viví. Una vez leyó que no están
guardados sino que los recrea cada vez, así que no está tan equivocado. Eso se
puede decir de los recuerdos.
En cuanto a la vida siempre fue avanzar con un sentido
inventado. Pero a veces se cumplió.