1.9.14

EL DILEMA DE LA ESFÍNTER

Dedal de cerámica con motivos egipcios.  Birchcroft. Inglaterra.

Se despertó antes de que su alarma lo habilitara. De hecho, allá afuera todavía era la noche. Corrió la sábana con incomodidad y molestia, algo común entre la gente que se hace pis en la cama.

No podía entender, cómo. Simplemente sintió la humedad y prendió la luz para descubrir una aureola gigante, la ropa mojada y el olor inconfundible.

Miró a los costados...acaso alguien pudiera verlo, señalarlo. Pero nadie. Estaba solo en su casa, en su cama, todo meado.

Cuando era chico se levantaba, cambiaba  las sábanas y luego pretendía para que no se dieran cuenta. Pero se daban cuenta. Siempre se daban cuenta los malditos.

Ahora no hay nadie de quien ocultarse y tampoco la pis es la de entonces. Hoy la pis de un señor de 47 años es la que empapa el colchón, hasta derramarse en el piso.

Corrió a la ducha para enjuagarse. Que sería esto, ¿un retroceso?, ¿un temor oculto?, ¿un llamado del inconsciente? Se acordó que su madre, cuando él tenía seis años, le explicaba que los animales orinan para marcar el territorio y que las personas vendrían a ser animales.

Ya frente al espejo se miraba a los ojos cuestionándose una respuesta. ¿Esto comenzaría a pasar siempre?, ¿y si estaba con una mujer? No quería pensarlo. Mejor ni pensarlo. Una cosa es roncar y otra muy distinta… Se quedó articulando justificaciones para una posible compañera. Todas resultaron insuficientes.

En la cara se le asentó una expresión de ausencia que lo acompañó el resto de la jornada. Andaba metido para adentro, rumiando en los rincones. Quería resolver aquel misterio que no lograba entender y que siguió sin entender mientras se acurrucaba en el sillón esa noche.

Cada tanto se acuerda de la pis, pero como nunca más volvió a suceder, se confunde y piensa que fue un sueño.

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