26.10.14

EL AMOR DE GUILLERMINA

Hace siete meses que Guillermina dice que lo ama y no lo ama. Pero decir te amo es así. Un contrato hasta nuevo aviso. A no ser que por acción directa se rompa, se diga no te amo. Guillermina fue la primera que dijo te amo y tenía miedo de decirlo. No por la formalidad de los géneros. El miedo a la no correspondencia es universal. Pero él dijo que sí, que yo también te amo. Todos somos felices. Y quizás él no lo sentía y quizás lo dijo por la misma cortesía que ella le está devolviendo ahora.

19.10.14

LA GORDA

Me da lástima la gorda, no es linda. Porque viste que de muchas gordas se dice, mirá que es linda. Bueno, no, de belleza andaba medio escasa. Lo que la gorda tenía era personalidad. Un estilo, si se quiere, y una presencia. Digamos que la gorda se imponía en el espacio.

Estamos todos reunidos en la oficina, esperando que lleguen con los pasajes. Ojala fuéramos extraños, pero no. Esa categoría intermedia e insípida de conocidos es la que nos relaciona. Porque sí así no fuera, me alinearía con tranquilidad encima de cualquier pensamiento herrumbrado…

Pero acá estamos encerrados. Con la gorda. Ella monopoliza la atención, gestiona las preguntas y mantiene el dialogo de un lado a otro haciendo intervenir a los participantes. Siento que estamos en programa televisivo ¿o se trata de un experimento social?

Los lugares comunes son visitados del derecho y el revés, repasados en las esquinas, enmarcados y colgados, maquillados e iluminados. Soy “la pasante del área de” y todos se dicen por el apellido. Como una puntada el malestar de rebelarme, que querer congraciar con ellos es ser infiel conmigo.

Una de las presentes dice que no puede estar así, que tiene que ir al baño para maquillarse, repasar la pintura. ¡Ve! ¡Escápate! Cuestión que hay un baño y a mí no se me había ocurrido.

La gorda está triste. Puedo percibirlo. De alguna manera, me doy cuenta. Siente, sabe que el papel no es sostenible por tanto tiempo, que se está cansando.

Me da lástima la gorda. Sabe hacer que la gente diga que la quiere, que le respondan los mensajes, que le contesten las preguntas. Como si la adaptación social le hubiera dado el don de imponerse, de presionar y ordenar las palabras en la boca de otros. El problema es que al final no sabe si la quieren o es que ella se lo dijo. Por las dudas no quiere averiguar. Pero ahora, todos ensanguchados en los sillones, somos como un espejo frente a ella. Y a la gorda los espejos no le gustan.

12.10.14

USHUAIA

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El amor no funciona bien para las personas catastróficas. No basta con que saltemos los innumerables peligros que  asechan a cada momento en todo lugar, también hay que pensar en que el otro esté bien. Y respire.

Cada vez que salgo a comprar palmeritas evito que me atropellen y pido medio kilo de las más blanditas sin que asalten la panadería, llevándome de rehén. Vuelvo a mi casa que por suerte no está siendo devorada por las llamas.

Incluso entre cuatro paredes, nadie se encuentra a salvo. Una fuga de gas, un terremoto, una descarga eléctrica. Vivo sola, eso multiplica las posibilidades. Si caigo mal en el baño, quedo medio muerta durante horas. Nadie me escucha hasta que finalmente muero. Y vaya a saber cómo caigo…


Todo el tiempo muere gente pero eso es algo que otra gente olvida, persiguiendo la nueva sensación, ébola o porcina, tsunami o sequía. No importa que sea en un lugar lejano. Las cosas no pasan hasta que pasan. Cada día podría agradecer las miles de veces que no he muerto si no fuera por la cantidad de veces que puedo morir mañana.


No llamaste. Un accidente, un ataque de pánico, una protesta pueden habértelo impedido. Jamás consideraré esta otra opción, esa que dice

quizás no tenía ganas.

5.10.14

CON LA LUZ APAGADA

Me llena siempre. Aunque lo correcto es decir que yo la lleno a ella. Le gusta con la luz apagada. A mí no, pero ella se suelta tanto, que prefiero que sea así. En la oscuridad llega el momento en que no da para más. La tensión es tan alta que se quiebra y entonces alguno de los dos agarra al otro como objeto, porque es lo que somos. El resto del día bien, nos damos la mano y elegimos el color de las cortinas juntos.

Le aprieto la cadera y la pongo abajo. Ya lo dije, es infalible, me llena siempre. Sus gemidos parecen alaridos, más bien chirridos ¿Finge? No parece, está disfrutando. Yo también. La siento mojada, húmeda pero no me resbalo sino que cada vez está más estrecha. Debe sentir mucho porque me clava las uñas en la espalda. Fuerte, como pequeñas garras que se hunden en mi piel. No es tanto, sigo. Necesito abarcarla toda.

Toco su abdomen pero... es una panza y está más blanda que de costumbre. Ella me dijo que subió de peso pero siempre lo dice. Tal vez es cierto que se dejó estar, siento algunos pelos en su panza. Pero ¿qué le voy a decir? La depilación es una aberración a la que no estás invitado también dijo una vez. Quizás después pueda acercar un reclamo, una indirecta.

Ahora soy yo el que se puso blando. Tengo que dejar de pensar. La agarro con fuerza y me concentro en entrar y salir como un animal. Quiero besarla en el cuello, porque le encanta, pero no puedo. Un olor nauseabundo me lija la nariz hasta llegar a mi cerebro. Rompiendo nuestro acuerdo, estiro la mano hacia la lámpara.

Entonces la veo. Grande, descomunal, me abraza. Su aliento llega fuerte y caliente sobre mi cara. Sus dientes amarillos se adornan con hilos de baba. Los bigotes más largos que nunca. El negro de sus ojos, infinito. Era una rata.