1.12.14

MORIR SEMIÓTICO

Paso la barra de la página interminable hacia abajo, abajo ¿hay un límite? Nunca he tocado ese borde. En todo caso sería un límite que continúa con lo mismo de antes: Caras sonrientes. Aborto. Fideos con tuco. Sonrisas sexuales. Rescates de perros. Diplomas de universidad. Bombas de papa. Siguen in continuo a través de la pantalla. Ahora con los años, han ido sumándose un par de bebés.

El sol afuera invita a salir y parece que todos hicieron caso. Me da la sombra de los árboles en la cara y la luz que dejan pasar, movidas por el viento, generan un equilibrio térmico ideal. A pesar de que es la compu, me siento como una persona que mira la tele un domingo a la tarde, mientras el sol. Siento que abro una lata y la vacío sin reservas sobre mi esófago, a la vez que miro de reojo para no perderme nada del programa. Siento que rasco la panza sobre la que el líquido cae. 

Cada imagen esta tan cargada de sentidos que el amontonamiento de significados resulta en una verdadera arma. Ni en el detalle del estímulo, ni en su descomposición. Ni siquiera los colores pueden liberarse del enredo. Existir. Existir sin la ristra de asociaciones que carga todo. Asociaciones indirectas, que no se generan a partir de las condiciones objetivas en los elementos sino de la asociación de la asociación, construyendo una verdad que no es la realidad.

La mención horrible de tu nombre, por ejemplo, me gustaría quitarla. Es andar por ahí, corriendo la barra de la página interminable sabiendo que todo puede remitirte. No se puede estar tranquilo de esta manera. De inmediato aparecen tus orejas, demasiado pequeñas para tu cara, tu altura, tu forma de esconder las manos dentro de los buzos y tus frases, siempre opulentas, siempre con tono de cita con dos silencios a modo de paspartú. El amor es un acto de fe y los dos somos ateos.

Si la mención terrible de tu nombre, por ejemplo, no aparece, se me esparce una desilusión por dentro porque estuve esperando toda la tarde para poder evitarlo. No se puede estar tranquilo de esta manera.

Odio la sensación de saber: podría ser cualquier otro. Esa evidencia, en vez de liberarme me pone triste. Verme feliz con cualquiera. Varias veces estiré la cuerda para saber cuánto aguantaba: el miedo a sufrir una caída. Hoy entendí que la cuerda pudo haberse debilitado con esos tirones y que por eso no resistió al momento del peso. No estoy segura. No hay certezas tampoco. De nada.

En la tele veo al novio de la chica con cáncer. Me dijeron que tengo que escribir tu nombre en un papelito y después quemarlo. En mi cabeza también.

Me niego a darte tanta importancia, hacerte cualquier tipo de ritual. Esto ya es una cuestión personal, como una dieta o algo parecido, un ejercicio de la voluntad. No quiero prometerte que te voy a olvidar. No quiero prometerte nada. La última vez que prometí algo, algo salió mal. 

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