15.1.15

REENCUENTRO

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Nos invocamos. Así como los conjuros requieren sus ingredientes, bueno, así ciertos lugares hacen que “aparezcamos” como el resultado de un acto de magia negra e infalible.
     
Lo que quiero decir es que, de la nada, nos encontramos y bárbaro, pero sabé que este encuentro está muy lejos de enlistarse dentro de los hechos legislados por la casualidad.

No sé porque cuento esto como si fuera la primera vez. Nuestros encuentros, si nos ponemos rigurosos con las definiciones, son en realidad desencuentros. Dos personas jugando al cuarto oscuro en distintas habitaciones. Y cuando estamos al lado pensamos en otra cosa y cuando nos separamos, entonces extrañarnos, hablando horas y horas de como estaríamos si estuviéramos. 

Una promiscua-creyente-rubia-petisa-rusa y un virgen-ateo-morocho-alto-panameño pueden hablar de la misma taza, pero jamás será la misma taza. Esta imposibilidad de traducción entre nuestras almas me desgarra profundamente. Me enerva o entristece, según el día. 

En el puente las cosas caen. En algún lugar, hay una fisura inadvertida, un detalle, algo que falló inexplicablemente. Es un plano con la severidad de la belleza pero ejecutado por ingenieros civiles corruptos.

Y estamos tan cerca. Ese casi es lo verdaderamente detestable de todo el asunto y de los mundos que permanecerán ajenos para siempre, vedados. Esta lejanía nos pasa tan cerca, que hasta parece evitable y los podrían comienzan a clavarme agujas largas y filosas por debajo de la uña.

Una panameña promiscua, un rubio virgen. Los participantes del desencuentro perpetuo están listos: vos apareces feliz, intocable y con tu novia. Y yo, sola. Compartimos la distancia y los vasos de plástico. 

Me felicito: tenía razón, estaba en lo cierto.  Me alegro de haberte rechazado al saber que merezco algo mejor, que yo con mi cariño ¿merezco algo mejor, quien merece algo que le pasa? Automáticamente, una tristeza de cerveza caliente: no quiero tener razón, quiero estar equivocada.

Las novias de cada año. La misma bebida, los mismos bares, las mismas personas a las cuales se las presentás. Personas que ya no saben si son Marianas o Celestes y que las saludan de la misma forma, con la misma mueca en los labios.

Parece ilógico lo que voy a decir, porque a mí los ojos se me humedecen y a vos los ojuelos se te marcan, pero estoy muy orgullosa de ser una estúpida. Soy yo lo que debería estar afligida por vos. 

No podés querer.

Y puede que mi soledad sea inmensa, profunda, sólida y que necesite una persona heroica para romperla. Pero es genuina. En cambio, tu cariño es efímero, superficial, vacío. De lo peor, utilitario y reemplazable. En otras palabras, tu cariño se parece mucho a un envoltorio de plástico, que indefectiblemente va a parar a la basura, tu cariño comparte lugar con toallitas femeninas usadas y carne en mal estado.

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