20.3.15

PERDIDAS Y PERDIDOS

La verdad que a Fernando lo que le gustaba, eran las mujeres locas. No en las dependencias de la locura siquiátrica sino quizás en los últimos pañuelos de la sicología, en esos desmanes excéntricos que llegan a redondear el promedio de un individuo funcional.

Una vez que Fernando localizaba – pillaba - alguna – son fáciles de distinguir por la joroba invisible en donde almacenan su desequilibrio - la sometía a una especie de rehabilitación. Como encontrar un animalito en el medio del desperdicio, medio pisado por un auto – quizás el tuyo -, así, y decir, vas a volar. A veces lo conseguía, a veces no.

Es como una de esas mujeres que poseen la extraña aflicción por ser la madre de sus pitos, intentando revertir a un Robertox para que trabaje/ estudie/no robe/no tome o en lo que sea que Robertox este fiando a la vista de las costumbres buenas.

Fernando quería agarrar putas y hacerlas - no célibes, porque no le convenía tampoco - recapacitar sobre los beneficios de la exclusividad. Quería encontrar una insegura grado 57 para convencerla palabra por palabra - en un riego por goteo que le configuraba una estalagmita, todos los días - lo hermosa que era bajo la agresión pasiva de que ella era una tonta al no darse cuenta.

Aunque primero sus iniciativas eran bien recibidas, los viejos espectadores o ex amigos a los que les contaban sus fatalidades - sí, porque todo terminaba mal - ya no apoyaban sus cruzadas. La edición de un hecho es lo que le brinda sentido, una de las cosas más importantes de la edición es el recorte y uno de los recortes más interesantes es si transversal o longitudinal. Porque el caso aislado parecía noble, pero los que hilaban todas las historias veían el muestrario de irregularidades, de parias tan lejos de las cosas “normales", que se daban cuenta de que algo andaba mal…con él.

Lo que Fernando quería era a una persona, sólo que pedía que no fuera ella misma. Quería otra versión, una potencialidad que quizás podría darse o implicar su dadura, desaparecer la anterior. En esta histeria mesiánica parece pasar sus días, tropezando con el error histórico de los liberadores, donde en su planicie central se esparce la idea de que la gente reniegue de sí misma, de que no está en lo correcto, planicie central que comparte con el conquistador.

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