23.6.15

QUIERO ESCRIBIR UN CUENTO, QUE SEA EL MEJOR CUENTO

Quiero escribir un cuento, que sea el mejor cuento, el mejor momento, el llamado perfecto tallado en palabras, la imagen capturada en la mente, recordada, mejorada, la búsqueda vista de arriba-silenciosa-derramándose, cayéndose hermosa por tus hombros.
Quiero escribir un cuento, que sea el peor cuento que cuando lo leas las palabras sean duras, como un goteo de martillo que te arruga entre las cejas, que no te hace seguir querer leyendo y que seguís leyendo por algo que no es bueno, que es como ver accidentes o animalitos muertos.
Quiero escribir un cuento, que te moje, que sientas como la sangre, antes un grumo, se hace líquida más líquida, un líquido previo a hervir e irse al otro estado, te convierta en un gato que se contornea en las manos invisibles como una comezón imparable como un hambre.
Quiero escribir un cuento, que no te deje nada, ni siquiera nada, desazón, que lo recorras del principio, le confíes la mano y que no te la aparte, ni te la estreche, que vagabundees por las letras toda rezongando, non-desenlace, un rifle en la primera escena que jamás se dispara en la última y que por primera vez, segunda, sexta, veas la sensación de la no satisfacción, del desconcierto, de la falla del lenguaje y de cómo mataste el lenguaje.
Quiero escribir un cuento, que le muestres a tu mamá, que sea un cuento que no diga, nada, que sólo sirva para ser leído, en voz, alta para que todos estemos de acuerdo en todo lo que somos juntos, en los pequeños congresos, en las líneas generales por las que queremos mirarnos a los ojos y que oraciones enteras se te pongan en el medio de los pensamientos, y que a través de ellas hagamos pensamientos comunes, incluso si estamos lejos. Sobre todo si estamos lejos.
Quiero escribir un cuento, que pienses “es para mí”, catedral hecha para que la visité una persona, que te sientas especial, con jamón, que te explique todo lo que sentís de la manera en que jamás podrías decírtelo, que las palabras radiográficas sean como espejos que te pusieron de a dentro, que digas, “es imposible que sepa eso, si yo lo escribí en una servilleta y después me prendí fuego.”
Quiero escribir un cuento.

Sin fuente conocida

7.6.15

LA CASA VIEJA

El refugio siempre implica una hostilidad, real o de las otras, que amenace la supervivencia del individuo. Aunque podemos decir que se trata de algo pre-humano, pre-histórico, histórico. Con los cambios de época surgen otras hostilidades que sustituyen a las elementales por llenarse el cupo de hostigamiento funcional o no.

La casa vieja es vieja pero no debe el nombre a su edad exacta y desconocida. 70 – 80 años. Sino a la otra, a la nueva, que aparte de ser nueva es en la que vivimos y ubica a la otra en nuestro pasado personal.

Dicen que un señor apurado por vender, con un crimen salpicando las instalaciones, nos hizo el legado. La historia no está clara. En lo contundente, la casa vieja no tiene aire acondicionado. Ni ventilador de techo – 45°-, entre otras destacadas falencias. Yo diría que la sangre ni se le nota y que jamás sufrimos asustamiento alguno. Debe ser por el calor. 

Amo todos los años y desatinos que viví en esa casa. No se trata de una idealización de lo inmaterial. No se me ocurre algo más material que una casa. 

Como la intersubjetividad es lo menos parecido a la subjetividad que tenemos, me alegra que todos los vivientes y visitantes concuerden en las cualidades mágicas de la propiedad devenidas de la combinación única entre pasillos y patios internos, ubicación y espacios, luces y sombras y media-sombras que forman parte de lo real. No de un estado sicológico o ilusorio.

Se consigue un acuerdo general en lo lúdico de las habitaciones con tres puertas, en el encadenamiento de una con la otra, la seguridad de algo a punto de resquebrajarse, la altura de las puertas que le implican la altura al techo, altura que nos hace pronto tan importantes como pequeños. Las ventanas. El agujero de la puerta principal por donde se ve hasta el fondo y a la vez, nada que pueda ser útil. 

Y dije mal, si hay apariciones. Todos los fantasmas que se le quedan pegados a estas casas, todos sus amores, visitantes, sus lloreríos, las medias sucias. Sabe todo. Tiene la entidad de las cosas que permanecen en y yo me quedo fascinada con ella, por la virtud que tienen los que han visto todo. Me quedo fascinada en saber que es la única que me conoce y no puede decir nada. Ni cuando le pregunten, ni cuando la recorran, ni aun cuando la destruyan.