16.2.16

EL BORDE DE LA MESA

Le dijeron que no la quieren ver más, que se vaya de la casa. Ella dijo que va a tenerlo y ellos dijeron que nadie había dicho lo contrario. Hoy hablan mucho, como siempre, pero por encima de las cosas. Caminan el puente de lo cotidiano con miedo a caer en las fosas de cualquier opinión fuerte, que pueda derivar en referirse a… y también hablan de cuestiones operativas, como pasame la ensalada.


Nadie pide la ensalada, en realidad, es evidente que se dedican más al puré. Ya vi ese comportamiento antes, como también veo otras cosas porque no participo mucho. Dentro de toda la conversación, yo ocupo un cuestionario de dos preguntas que, llena de culpa, contesto de la manera más opaca posible.

Las gotas doradas de aceite bailan en el agua de verdura sin escurrir. Ser juzgado mientras se come es una cosa rara, ¿no? Se supone que debemos comer con gente que, en lo primitivo, no nos arrebate la comida, en lo medieval, no nos envenene y en lo actual, nos resulte amena. 

Desde que dije que no iba a seguir estudiando, la paz se ha roto. Sólo es un simulacro de paz. Y si de por sí yo no contesto mucho, ellos tampoco preguntan demasiado. No vaya a ser que salga con algún viaje que los ponga incómodos, diga que el género es una construcción o, mucho peor, con la persistencia de seguir escribiendo. 

Ahora que sé que mi prima está embarazada y terminó con el novio, porque mi mamá me contó todos los pormenores y discusiones mediantes en el auto, trato de comportarme como siempre. Mi prima está sentada al lado mío, porque por una cuestión de edad nos sentaron juntas de chicas, y es raro porque ella sabe que yo sé, que todo el mundo está pensando en eso y evitando el tema. Noto que tiene una expresión en la boca, tensa, sin la media sonrisa que suele acompañar sus comentarios. Participa a desgano. 

¿Qué tengo que hacer? ¿Algo tan extraño como darle la bienvenida a la exclusión? Nunca tuvimos mucho que ver, bueno, nunca tuvimos nada que ver. Así es la familia. Cuando jugábamos a las muñecas, mi prima me acusaba porque yo quería que el Ken tuviera sexo con Barbie o la casa de Malibú se incendiara. Me decía niña-mono porque me subía a los árboles. Todos en los cumpleaños conocían mi bombacha porque los vestidos con cinco volados no son prácticos para trepar árboles. Y mi mamá enojada, conmigo, en la cuota de desilusión que siempre consigo llenar, y con su hermana, porque pensaba que la niña estaba repitiendo algo que ya había escuchado en otro lado. 

Cada día nos fuimos separando más en acciones y reacciones, en sus novios que fueron presentados en las comidas y en que yo considero la palabra novio como una cáscara vacía. Además, los míos eran impresentables. No recuerdo cuando exactamente, pero un día tuve conciencia de que mi familia era distinta a mí y que en esa diferencia, mi prima está del lado de ellos. ¿A dónde están los míos? Supongo que salgo de los lugares que no quieren recordar, de las palabras que suspiran, salgo de cuando pierden la mirada o blanquean los ojos, porque yo de algún lado salí. 

Miro a mi tía, la mamá de mi prima. Me acuerdo cuando me hice clandestinamente el tatuaje de un gatito en el cuello. Estábamos en el sillón con mi mamá desconsolada y ella dijo, la ovejita negra, mientras me pellizcaba un cachete y luego me daba un beso en el lugar que se había enrojecido. Me sentí defraudaba de que existirá una expresión, encima tan común, para explicarme. Que a todas las personas que incurren en críticas, observaciones y desobediencias, se las coloca en el mismo cajoncito sin especificar. Como una especie de margen de error genético que garantiza que va a haber uno de nosotros, cada tanto. ¿Sentirá mi mamá que ahora si tiene algo con que ganarle a la tía? Tengo que parar. Ya estoy pensando como ellos. No sé porque ver a mi prima en esta situación me produce una regresión tan innecesaria. 

Prefiero no decirle nada. No sé cómo explicarle nuestro parecido ¿a vos te parece que el mundo necesita otro libro? ¿a vos te parece que el mundo necesita otra persona? y temo que nuestras diferencias nos malinterpreten ¿Por qué la gente no te apoya cuando más se necesita, y si cuando ya salió todo bien? La comida terminó y ayudo a levantar los platos tirando los restos de lechuga oxidada. 

Aparte, de esto estoy segura, ella va a estar un rato por acá nomas. Es como de esas amigas que aparecen si se pelean del novio. Ella es de ellos, y va a volver con ellos. Y cuando el bebé nazca todos la van a amar, nadie se va a acordar de estos meses de exclusión, ni yo.

Andrés

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